100. Fríos y sin compasión por sus prójimos — 14.04.2013
Mi hija. Mi querida hija. Siéntate conmigo. Yo, tu Madre en el Cielo he venido.
Mi hija. Los tiempos no son buenos. Cada vez más personas están perdiendo su sustento económico, su techo, ya no pueden permitirse nada e incluso sufren hambre.
Éste Este es un mal estado que ha infestado su mundo, y no hay nadie en su mundo que realmente quisiera cambiar ese estado.
Todos piensan solo en sí mismos, están invadidos por el miedo: «Ojalá que esto no me pase a mí» y sigan lucrando aún más por sí mismos, en lugar de ayudar a quienes sufren necesidades.
Éste Este es su mundo civilizado de hoy, así es como se ve en el CENTRO de Europa, la cuna de la justicia social que no es socialmente justa ni benevolente para sus habitantes, sino donde en todos los países, en todas las posiciones que prometen un poco de poder, se han petrificado los corazones de las personas.
Fríos y sin compasión por su prójimo de quien se deberían preocupar, pero de quien mejor no quieran saber nada, lo dejan al costado del camino, lejos de la sociedad de alta tecnología y glamour, aspiran por saciar su codicia, pero nunca la sacian, están pecando contra Mi Hijo, porque Mi Hijo vive en cada uno de ustedes y a través de cada uno de ustedes – así ya está escrito en la Biblia: lo que le hacen a su prójimo, a Mí también Me me lo hacen* – pero como ustedes han expulsado a Jesús de su vida, corrido y enterrado para que ya no tengan que tener una conciencia mala y para que ahora puedan justificar sus pecados, ustedes y su alma entran cada vez más profundo al abismo, y se vuelven cada vez más fríos frente a sus prójimos y ni se avergüenzan por su comportamientos, ni quieren ver cuánto sufrimiento han causado.
Ustedes solo se ven a sí mismos y al mundo ilusorio que los rodea. Los más ricos se quejan de lo pobre que fuesen, y tienen razón, porque no es otra cosa que gran pobreza espiritual que aflige a una persona así, que con el corazón frío se va encima de sus prójimos, los explota, les quita sus casas y les paga mal o, incluso, ni les paga, dejándolos al costado del camino todavía queriendo más para sí mismo mismos, para luego «jactarse» y «alardear» entre sus supuestos amigos y alejarse más y más de Dios y de Mi Hijo, Jesucristo, y de esa manera excava su propia tumba: una eternidad en el infierno, ardiendo en compañía de Satanás, quien luego lo torturará con todo lo que él hizo antes con sus hermanos y hermanas.
Mis hijos, si no vuelvan vuelven a tiempo y se conviertan convierten a Mi Hijo, no los les espera nada bueno. Miren más allá de lo ahora. Mi hijo está aquí y los está esperando, cada uno de ustedes, con los brazos abiertos. Tomen Su mano que Él les extiende tiernamente y dejen guiarse a un mundo donde el amor fluye y la paz reina. ¡No sean tontos! No pongan en juego su oportunidad de Vida Eterna con Mi Hijo en el Paraíso.
Satanás los ciega con esta apariencia, este esplendor, y con poder y dinero. Pero ¿quién de ustedes está realmente lleno de amor, paz y verdadera felicidad? ¿Con una alegría que les permita abrazar el mundo y con una confianza y esperanza que harán que su corazón se vuelva tan grande como no habrían creído que fuese posible? ¿Quién de ustedes puede afirmar que él es realmente feliz? ¿Quién ha encontrado un apoyo donde nada puede derribarlo?
Mis hijos, la solución a todos sus problemas es SOLO Mi Hijo, su JESÚS. ÉL es el apoyo que cada uno de ustedes necesita, ÉL es el amor, la paz y la felicidad. Él les da confianza y esperanza. Y es Él quien agranda sus corazones y quien viene a redimirlos. Denle su SÍ, Mis amados hijos, ¡y su vida valdrá la pena vivir!
Que así sea.
Su Madre en el Cielo.
* Evangelio de Mateo, capítulo 25, versículos 40 y 45