257. ¡La mano castigadora de Mi Padre traerá la justicia! — 02.09.2013
Mi hija. Mi querida hija. Escribe, hija Mía. Sí, Me viste a Mí en el cielo en la Cruz y también viste al Espíritu Santo de Mi Padre que ha sido enviado para iluminar el mundo y los corazones de Nuestros hijos en esta tierra tan hermosa.
Disfruten de estos últimos días que les quedan, porque ya pronto todo será diferente. Primero el sufrimiento, mucho sufrimiento que hará fluir muchas lágrimas, invadirá su mundo tan maravilloso, que unos pocos comenzaron a destruir por la codicia y la avaricia, por la obsesión del poder y la adicción al control.
Siempre han existido estos terribles egocéntricos y egoístas y ahora ellos han «conquistado» su mundo y difundido su «enfermedad» por todo el mundo. Más y más hijos de Dios han sido contaminados por la «enfermedad del pecado», y ahora ha llegado al punto en que ustedes están siendo dominados por el animal.
Su maravilloso mundo ahora está llegando a su fin porque la mano castigadora de Mi Padre traerá la justicia, es decir aquellos que son fieles a ÉL, EL salvará a través de Mí, su Santo Jesús, pero aquellos que hacen el mal en su tierra y con los hijos de Dios tan amados por Nosotros serán castigados.
El que no se convierta y abandone el pecado a tiempo experimentará un duro despertar, pero al quien sea bueno y devoto al Señor se le regalará el Nuevo Reino.
Mis hijos. Mis hijos, tan amados por Mí. ¡Despierten y dense vuelta! ¡Denme a Mí, su Jesús, su SÍ y luego corran a los brazos Santos, amorosos y abiertos de Mi Padre que es el Padre de todos Nosotros!
Entren conmigo en el Nuevo Paraíso y vivan finalmente como hijos felices y libres de Dios, porque se les dará la paz, se les quitarán sus preocupaciones y vivirán felices, contentos y en plenitud a Mi lado.
Pero los que no Me dan su SÍ: ¡Estén advertidos, ustedes almas perdidas e infelices, porque están construyendo su futuro sobre arena! Todo les será quitado, y nunca experimentarás alegría y felicidad. Serán infelices para siempre y vivirán su existencia con tristeza y luto, porque su alma, que es inmortal, sufrirá por toda la eternidad y será torturada, atormentada y quemada.
Así que, regresa [tú, que estás leyendo esto] y ven a Mí, para que yo también pueda llevarte conmigo a la Nueva Jerusalén. Tan pronto como estés conmigo, te tendré en Mis brazos y finalmente podrás ser completamente TÚ mismo y sin tener que fingir. Cree, Mi hijo, porque te amo. Así será. Confía en Mí.
Amén.
Su Jesús que los ama tanto.
Redentor de todos los hijos de Dios.
«Por favor, ¡conviértanse, Mi tan queridos rebaño de niños! Su Madre en el Cielo».