339. ¡Levanten la voz e iluminen a sus sacerdotes! — 09.11.2013
Mi hija. Mi querida hija. Te amo.
Dios Padre: escribe, Mi amada hija, porque Mi Palabra aún debe ser escuchada, recibida y actuada por muchas almas.
Mi hija. El tiempo apremia. Su sociedad se está alejando cada vez más de Mi Hijo, y aquellos que oficialmente juraron su lealtad a ÉL son los que ahora LO están expulsando a ÉL, a su Santo Jesús, cada vez más fuera de sus iglesias bajo el pretexto de la «igualdad», de la «filantropía, de filantropía racial» con el objetivo de instalar la «Iglesia Mundial Única», que les quitará a su Jesús por completo y donde -en lugar de orar a Dios Nuestro Señor- se adorará a la bestia.
¡Mis hijos! ¡Abran los ojos y los oídos y no dejen que esto ocurra! ¡Defiéndanse! Y ten por seguro que NADIE les puede quitar a Jesús, porque quien vive con ÉL, quien LE ha dado su SÍ, LO lleva en su corazón, ¡y allí EL estará siempre con ustedes!
Así que no tengan miedo y no se desesperen nunca. Pero ¡levanten la voz e iluminen a sus sacerdotes! Pronto ya nada será como antes, y quien participe en la adoración de la bestia estará perdido.
Díganselo a sus sacerdotes y oren por ellos, porque se avecinan tiempos funestos para ellos y para Nuestros hijos verdaderos, sinceros y creyentes. Prepárense para este tiempo que se avecina y aférrense a sus libros y objetos sagrados y, sobre todo: ¡salven las cruces de su Señor! Celebren entonces sus Santas Misas en secreto y preparen ya todo para ello. ¡Recojan todo lo que aún es puro y santo para que estén «provistos» para los días del maligno!
Mis hijos. ¡Recen a Nosotros! A Mí, su Santa Madre en el Cielo y a Jesús que tanto los ama. Recen al Espíritu Santo, que EL ilumine TODOS los corazones y al Padre, que EL intervenga. Su Santa Mano traerá muchos castigos, pero deben rezar, Mis hijos, para que la tribulación no sea demasiado para ustedes y sus hermanos y hermanas.
Las purificaciones ustedes van a ver ahora a nivel mundial. Reconózcanlas como tales, pues es el Señor quien hace que los vientos se enfurezcan, los mares rugan y la tierra tiemble. ¡Mucho fuego seguirá si no se convierten y arrepienten!
El Señor Dios, Nuestro Padre en el Cielo, ama a cada uno de Sus hijos, pero deben profesarse a ÉL libremente y con profundo amor, porque quien vive con el Señor será excepcionado. ¡Estará protegido, guiado y amado!
¡Así que conviértanse y caminen el resto del camino que les queda aquí en esta tierra tan hermosa con ÉL! Si todos los hijos LO encontraran su mundo ya sería un paraíso, pero debido a que tantos se han alejado, así le han dado al diablo cada vez más poder sobre su mundo y sobre ustedes mismos.
¡Así que conviértanse! Y vengan al Padre, y Su amor y cuidado omnipresentes también les serán regalados a ustedes. Que así sea.
No tengan miedo nunca, tampoco Nuestros queridos sacerdotes, porque quien cree sinceramente en Mi Hijo, LO ama y vive con ÉL, estará protegido y guiado y nada puede dañar la bestia su alma.
Los amo. ¡Tengan coraje! Y perseveren.
Su Madre en el Cielo Quien los ama.
Madre de todos los hijos de Dios. Amén.
«Amén, les digo esto:
Quien no se convierte, quien se pone débil y se entrega a la bestia, se está alejando de Mí y no alcanzará el Paraíso.
Así que conviértanse, profésense a Mí, y Mi misericordia será la suya, Mi amor los abrazará y Mi Reino se convertirá en su hogar.
Que así sea.
Los amo.
Su Jesús.»
Gracias, Mi hija. (Dios Padre sonríe).»