307. ¡Este es el mayor pecado de su tiempo presente! — 14.10.2013
Mi hija. Mi querida hija. Yo, tu Santa Madre del Cielo, estoy aquí para decirles que la tribulación ya ha comenzado.
Están en medio de ella, y sin embargo muchos de ustedes están como en un sueño profundo, no dirigiendo su atención a lo que es verdad, lo que está sucediendo en este momento, sino continúan refugiándose en los placeres y las compras, en los viajes y en «una vida hecha bella» sin darse cuenta que están perjudicando a sí mismos y a sus hermanos, porque cada quien no abre los ojos y los oídos a la verdad, quien permanece y queda en las apariencias y en el glamour, quien piensa en sí mismo, y sólo en sí mismo y en los suyos, sin pensar en todos los demás, sin ayudarlos y, si es necesario, ABSTENERSE, él contrarresta los esfuerzos de sus hermanos y hermanas, porque las oraciones de ellos son para todos los hijos y especialmente para aquellos que aún no han encontrado al Señor, que no han dado su SÍ a Jesús, que siguen ciegamente al maligno y también para aquellos que piensan que vivieran «bien y ordenadamente [correctamente]», pero que en realidad no conocen la verdad porque están envueltos en los velos de niebla del maligno, gozan de sus seducciones y se niegan a cambiar de vida, porque dicen de sí mismos tener un buen corazón y no ven que este buen corazón sólo se extiende hasta donde ellos estén bien personalmente.
Mis hijos. No han entendido lo que es el egoísmo, porque si lo entendieran serían más compasivos y mucho más cariñosos con los que no están tan bien como ustedes. Ya no se enriquecerían y sólo harían el «bien» para ustedes mismos, sino que compartirían. De ninguna manera se enriquecerían a costa de los demás, porque los que lo hacen están poseídos del diablo, y no hay excusa para tal comportamiento.
Es despreciado en el Cielo, es decir, aquellos de ustedes que se contaminan con este pecado necesitarán la mayor purificación y tendrán que hacer mucha oración, contrición y penitencia, porque el que «se de una buena vida» a expensas de sus hermanos y hermanas solo gozará de las glorias del Señor cuando se haya arrepentido, expiado y hecho remisión penal, es decir, debe reparar.
Esto lo puede hacer con la oración, con la oración ferviente. Debe volver a tener amor en su corazón por sus hermanos, y debe pedir con corazón contrito al Señor por el perdón de sus fechorías. Supliquen al Señor, si son culpable de este pecado, que ÉL vuelva a purificar su corazón y verter amor en su corazón y llenarlo de amor, porque sólo así se librarán de este mal del maligno, sólo así el diablo desistirá de ustedes y, con la ayuda del Cielo, se pondrán en el buen camino. Que así sea. Los amo.
Su Madre en el Cielo.
Madre de todos los hijos de Dios.
«Amén, les digo esto:
Este es el mayor pecado de su tiempo presente, y quien no lo lleve con corazón contrito al Padre nunca alcanzará el Reino de los Cielos.
Arrepiéntanse y hagan penitencia y sean buenos con sus semejantes, porque todos ustedes son hermanos y hermanas, porque todos vienen del único Padre.
ÉL que los ama tanto les pone paz y amor en sus corazones, pero han querido colocarse por encima de su Padre y vean lo que está sucediendo ahora: miseria y pecado, sufrimiento y necesidad y muchos corazones tristes que habitan en su tierra.
La verdadera felicidad la llevan solo muy pocos de ustedes en el corazón, y se han convertido en una sociedad del Yo. Arrepiéntanse y conviértanse, y regálenme su SÍ. Así las promesas también se harán realidad para ustedes, y entrarán en Mi Nuevo Reino como felices hijos del Señor.
Pero ¡ay de aquel que no quiera convertirse! El sufrimiento, la necesidad y el tormento del alma serán su herencia, porque el diablo «cuidará» de él, y esto significa el mayor de los tormentos.
Así que ahora vengan a Mí, a su Jesús, porque los amo a cada uno de ustedes desde lo más profundo de Mi Santo Corazón de Redentor, y a cada uno quien Me reconoce públicamente a Mi, le concederé la entrada a Mi Nuevo Reino.
Que así sea. Los amo.
Su Jesús.
Redentor de todos los hijos de Dios y Salvador del mundo.»
(Dios Padre asiente amorosamente.)
«Mi hija. Divulga esto. Con el «Amén, les digo esto» se evocan de manera especial una vez más las cosas importantes, por eso ayer Dios Nuestro Padre también usó esta figura de dicción, para que escuchen urgentemente y pongan en práctica lo que se ha dicho.
Vete ahora, Mi hija. Los amo. Su Madre en el Cielo.»