479 …¡su caída vendrá! — 15.03.2014
Mi hija. Mi querida hija. Yo, tu Madre en el Cielo que tanto te ama, estoy aquí contigo para decirles hoy lo siguiente a Nuestros hijos:
¡El odio en su tierra es grande! La envidia ha infestado los corazones de muchos de Nuestros hijos y la prepotencia, la soberbia y la arrogancia de aquellos que están bien económicamente sólo alimentan estos sentimientos malignos, carcomiendo y dañinos -porque carcomen los corazones de los hijos de los hombres- ¡aún más!
Quien lleva la envidia en sus corazones está «enfermo». LE falta el amor del Señor, la confianza, la aceptación, así como el amor al prójimo. Lo mismo se aplica a los que albergan odio. No sólo destruyen a su entorno, a su prójimo, sino también a sí mismos, porque viven alejados del Señor y lejos de Su Amor Divino.
Pero a los que caminan por la vida con prepotencia, soberbia, arrogancia y orgullo, que se les diga: ¡también ustedes son culpables de pecado y su caída vendrá! ¿Acaso no deberían amar a su prójimo como a sí mismos? ¿No deberían ustedes, que tienen más, preocuparse por los que no tienen nada en lugar de «pasarlos por alto», ridiculizarlos, insultarlos y mostrar a la flor de piel el egoísta presuntuoso que son ustedes?
Mis hijos. ¡El que tiene más, que comparta! ¡A quien les sobra, que dé a los pobres! ¡El que tenga una situación acomodada, que se preocupe por su prójimo!
¿Acaso han olvidado todo lo que les enseñó Jesús? ¿O viven tan lejos de ÉL y del Padre que no tienen necesidad de ser bueno?
¡Ay de aquel que es soberbio y presuntuoso, porque la eternidad es larga y ninguna ayuda vendrá a él cuando la necesite -y sí la necesitará- pues es presuntuoso [se cree autosuficiente] y se valora más a sí mismo que a su prójimo, más que a Jesús y a Dios, su Padre Todopoderoso!
Conviértanse, Mis hijos, ¡y vuelvan a Jesús! Entonces ni el odio, ni la envidia, ni la soberbia, ni el orgullo, ni la prepotencia, ni la arrogancia y ni la presuntuosidad tendrán cabida en ustedes, porque entonces estarán con el Señor y ÉL los llenará de amor que sanará todas estas cosas en ustedes.
¡Vengan a Jesús y denle a ÉL su SÍ! Entonces su corazón volverá a ser suave, puro y feliz y su alma ligera y contenta. Que así sea.
Su Madre en el Cielo, que tanto los ama. Amén.
Madre de todos los hijos de Dios y Madre de la Redención.
Divulga esto, Mi hija. Gracias.